A grandes rasgos podemos decir que existen tres tipos de psicoterapias:
- La primera es el psicoanálisis que haciendo arqueología en el pasado del cliente, intenta desentrañar los traumas y conflictos ocurridos en la infancia de las personas, y con ello la causa de su sufrimiento presente.
- Respecto al segundo gran grupo de terapias, y que en mi experiencia son las que más reconocimiento reciben en la actualidad, están las terapias de tipo cognitivo conductual. Este tipo de terapias hace énfasis en conductas y pensamientos disfuncionales, ensenando a las personas, mediante técnicas diversas, formas de pensar, sentir y hacer más adecuadas a las situaciones presentes que éstas deben enfrentar.
- Por último tenemos las terapias de tipo humanista, de las cuales la terapia Gestalt es una de las más destacadas y reconocidas en el mundo.
La dimensión estética e intrínseca del diagnóstico gestáltico
Nuestros fundadores han puesto la belleza en el corazón de la psicoterapia gestáltica, y lo han hecho individuando un criterio estético para valorar la salud de la persona (Francesetti, 2012, p. 6). Hay dos tipos de evaluación comparativa. La evaluación intrínseca está presente permanentemente en cada acto en curso, es el fin hacia el que se dirige el proceso, la situación inacabada que va hacia lo acabado, etc. El criterio de evaluación surge del acto en si mismo como totalidad. En la evaluación comparativa el criterio es extrínseco al acto, ya que el acto es juzgado en relación a otra cosa distinta (Perls, Hefferline og Goodman, 2002, p. 81).
Por lo tanto, según esta aproximación la salud de un ser humano se expresa y puede ser captada por medio de las cualidades del contacto, en el aquí y ahora de la situación terapéutica, sin necesidad de comparación externa. La gracia, la fluidez, el ritmo o la intensidad del contacto del organismo y su entorno en el proceso de la figura sobre un fondo, en resumen la belleza del contacto es la medida de nuestra salud mental (Francesetti, 2012, p. 12).
La fenomenología desde la perspectiva gestáltica
Carmen Vázquez Bandín habla sobre la fenomenología en relación a dos modos bien diferenciados que tienen que ver con el cuerpo o con lo corporal. El cuerpo considerado como objeto físico (korper), y por otro lado el cuerpo considerado como cuerpo propio, vívido, fenoménico y animado (leib). Hacemos pues referencia a dos modos de ser de la corporalidad.
El cuerpo es como korper materia física, con propiedades tales como coloración, lisura, dureza, etc. Como leib encuentro que “siento en él” y “dentro de él”, siento calor, frío en los pies, sensación del tacto, siento presión, tirantez, y también siento el movimiento cuando estoy en movimiento, percibiendo así mi resonar con otros cuerpos, etc.
Por lo tanto desde una teoría fenomenológica del cuerpo, hay que distinguir conceptualmente los modos de expresión del cuerpo objeto, físico, natural, dotado de leyes propias del que se ocupa el korper, y el cuerpo fenoménico, el vivencial, que sentimos y somos y del que se ocupa el leib (Vázquez Bandín, 2014, p 248).
Según Gianni Francesetti, la fenomenología nos ensena que el sujeto-y recíprocamente- el objeto, surge de un fondo indiferenciado, dualista, pático, atmosférico y encarnado (Francesetti, 2019) de algo que los precede y los mueve, y es en este “ser movido” en el que se halla el “pathos”, donde se encuentra el sufrimiento, un sufrimiento intencionado, que tiende hacia una nueva forma, y ese tender intencionado orienta las transformaciones en la terapia. En los procesos perceptivos, la figura de un sujeto separado de un objeto es fruto de una elaboración a partir de un origen indiferenciado, vago o confuso, que se define sobre la base de criterios intrínsecos y estéticos.
Finalmente se basa en una antropología existencialista en la que el hombre se hace en la situación en la que se encuentra, ya que no hay una naturaleza humana esencial y a priori buena al estilo de Rousseau, o bien mala al estilo de Hobbes, predeterminada en ambos casos, sino que surge en el aquí y ahora, con los límites y las potencialidades de este momento de la vida. Hablamos por tanto de una psicopatología de campo, situacional, encarnada o corporizada, intencional, estética, experiencial y existencial (Francesetti, 2019).
El concepto de Self
El Self no es un concepto exclusivo de la terapia gestáltica. Otras aproximaciones de tipo psicoanalítico y cognitivo también hacen uso de este término, pero le otorgan otras acepciones, objetivándolo.
Según la profesora Carmen Vázquez Bandín “el Self es el aglutinador de nuestras experiencias, y nos proporciona habilidades”. El Self visto así desde la terapia gestáltica, es una potencialidad que sólo podemos percibir que existe cuando está activo y en el proceso de contacto. El proceso de contacto siempre está definido por una intencionalidad, y ésta pertenece siempre al campo (Vázquez Bandín, 2014, pag 252).
Para el profesor Gianni Francesetti el Self no es propio, esto es, no es un objeto propiedad de cada individuo, sino que es una propiedad que emerge y se despliega en la situación.
El Self y el Campo
La Gestalt extrae su concepto de campo de la definición que hizo Lewin. Para Lewin el campo es un conjunto de fuerzas que genera influencia en la percepción, pero no deja de ser una experiencia individual, por lo tanto aunque estemos muchas personas juntas en un lugar, cada uno tendrá “su campo” particular. Este concepto de campo fue tomado por Perls y Goodman como uno de los conceptos clave de la epistemología gestáltica, esto es, no existe individuo sin un entorno (por ejemplo la función de respirar no tendría sentido sin el oxígeno), de modo que podemos afirmar que el individuo es al entorno como en entorno es al individuo.
Por lo tanto el Self emergente siempre es una expresión del campo. Ambos conceptos así concebidos cambian radicalmente nuestra forma de hacer terapia.
Malcom Parlett lo expresa a través de cinco principios resumidos del siguiente modo: el campo se organiza y tiende hacia la forma. Nuestro pasado se actualiza constantemente en nuestro aquí y ahora del presente continuo. El campo es único, dinámico y efímero. Cada cosa que sucede en el campo puede ser relevante, por irrelevante que en un principio parezca (Parlett, 2007).
El campo es así co-creado, ya que tomamos del campo tanto como el campo nos toma. Es percibido y encarnado sensorialmente, porque esta creado por la corporeidad tanto del terapeuta como del cliente.
Lo anterior tiene consecuencias significativas para la psicopatología vista desde una perspectiva gestáltica. En palabras de Gianni Francesetti la epistemología del verbo «sufrir» significa (llevar algo sobre). Según esta definición el paciente que sufre lleva sobre sí mismo el sufrimiento, por lo que el objeto de la terapia seria hacerse receptora de ese sufrimiento con el ánimo de aliviarlo o bien de curarlo. Francesetti nos dice bellamente que el sufrir psicopatológico visto como ausencia y no tanto como dolor, es además pathos. Pathos está referido a la generación de una emoción de la que no nos podemos sustraer, ya que es algo que nos mueve en un determinado sentido, de tal modo que no podemos elegir no hacer eso que hacemos. No podemos no apasionarnos u obsesionarnos, no podemos elegir no tener un brote sicótico. Sencillamente nos ocurre sin que lo podamos evitar (Francesetti, Gecele, Roubal, 2014).
Más allá de entender la terapia como un cúmulo de códigos o como historias contadas, ésta atiende y se centra en lo sensorial, esto es, en un conocimiento estético, inmediato, prereflexivo y preverbal que el terapeuta bien entrenado (en contacto con sus sensaciones y resonancias) puede percibir.
La profesora Ruella Frank hace especial hincapié en que el terapeuta es su mejor instrumento y su única brújula en la sesión terapéutica, ya que la experiencia sensorial y estética del terapeuta con el cliente le brinda una información valiosísima sobre lo que está ocurriendo en el “entre” de la situación. Según Frank el terapeuta puede experimentar “su propia” experiencia de la tristeza (depresión) del cliente a través de la resonancia kinestésica en su propio cuerpo (Frank, 2004).
Esta información corporeizada resuena necesariamente con lo que el cliente está experimentando también corpóreamente, y esto puede incluir a un cliente desensibilizado que en principio “no siente nada”. Los seres humanos podemos constituirnos como sujetos pero podemos, a la vez, estar ausentes de nuestros sentidos, anestesiados. Cuando eso ocurre el campo será débil porque estará anestesiado. Para soportar un nivel de sufrimiento insoportable, la ausencia se hace inconsciente. Es en la frontera de contacto en donde el terapeuta encuentra estas ausencias, y las encuentra estéticamente, con los sentidos. Gianni Francesetti lo expresa de esta bella forma, “el terapeuta presente con sus sentidos, dedicado a la co-creación del contacto, dedicado a tejer el tejido de la relación, siente estas ausencias. Este sentir es ya un acto terapéutico porque relata como figura en el campo relacional (no importa si no esta todavía en la conciencia del cliente) la ausencia olvidada. Recordar la ausencia es ya presencia, de hecho, volver a poner en el corazón y recolocar entre nosotros la ausencia hace el milagro de transformarla en presencia, el sentir se hace obra (Francesetti, pag. 12, 2012).
El sufrimiento se convierte en dolor vivo (por lo tanto presencia), y nueva respiración si hay un apoyo relacional para que éste pueda cerrarse, y se convierte en daño si este apoyo falta.
Vista de este modo, la terapia gestáltica me inspira profundamente, además de por su criterio estético, también por su visión humanista que entiende al ser humano como producto de ajustes necesarios a lo largo de su historia de vida, ajustes que la mayoría de las veces se han hecho de forma inconsciente.
La vocación inclusiva y reconocedora de la otredad que aporta la terapia gestáltica, concibe al ser humano como fundamentalmente bueno en su esencia, lleno de recursos y siempre tendente hacia el equilibrio y al desarrollo. Me mueve la idea de que somos seres con potencial hacia la bondad, porque creo que nos deja menos huérfanos de nosotros mismos frente a los avatares de la vida y del mundo, un mundo percibido a menudo como atomizado, fluido, ensimismado y desensibilizado frente al sufrimiento ajeno. Nos abre a la posibilidad del autodescubrimiento, y a las potencialidades que como individuos tenemos, y que están siempre accesibles si logramos tomar conciencia y sensibilizarnos con ellas. Esta consciencia o sensibilización puede dar lugar a un cambio de ruta hacia el espacio donde laten los deseos, el lugar de la libertad que necesariamente va acompañado de la conciencia de los contornos propios y ajenos, el reconocimiento y la inclusión de la otredad, la coherencia y la responsabilidad personales por nuestra propia vida y por cómo nuestra acciones y actitudes impactan en nuestro entorno.
Desde la terapia gestáltica consideramos a las personas como organismos, es decir, como seres que habitan un cuerpo, en un ambiente en el cual intentan satisfacer sus necesidades. Los gestaltistas sabemos bien que el movimiento es anterior a la conciencia y está regido por el deseo de satisfacer nuestras necesidades mas básicas, sobre todo la necesidad de contacto con un otro, que siempre está guiada por una intencionalidad.
La terapia Gestalt, como otro tipo de terapias utiliza la palabra, sin duda por su indiscutible valor terapéutico, aunque hacemos mucho énfasis en lo corpóreo por su coherencia, y porque nuestra historia vive corporeizada en nosotros y atendiendo al cuerpo podemos desentrañar lo que empuja desde algún lugar de nuestro inconsciente por ser sentido, expresado genuinamente, nombrado y satisfecho. Se trata en definitiva de aprender a conectarnos con nuestras sensaciones, en lugar de explicárnoslas todo el tiempo.
Los terapeutas gestálticos sabemos bien que un deseo sentido nos moviliza en pos de ir saciar esa necesidad. La Gestalt tiene toda una teoría genuina acerca del proceso de satisfacción de necesidades, al que llamamos el proceso de contacto, un proceso que obedece a una secuencia de acción bien definida por nuestra teoría, y cuyas interrupciones suelen ser causa de sufrimiento.
Si el campo nos forma y nosotros lo formamos a él, hay mucho de lo que actuamos en el mundo, que tiene que ver con lo que nos ha pasado en ese mundo que nos acogió una vez. En quién me convierto si quien me cuido al nacer era amoroso, alegre y optimista? O bien deprimido e irritado, o bien estresado, ausente, indiferente, rechazante o enajenado… ¿Cómo era el campo familiar en el que me crié? ¿Qué roles había disponibles? (el de hijo bueno, malo, etc.) y ¿Qué hizo eso conmigo, con mi deseo de contacto? ¿Cómo fui sostenido, abrazado, incluido o excluido, mecido, mirado, querido, rechazado? ¿Qué ajustes debí efectuar cuando el campo no satisfizo mis necesidades más básicas? Y cómo actúo esos ajustes en mi vida adulta aquí y ahora?
Nadie está libre de ajustes para poder vivir en el mundo que le tocó, mejor o peor, más o menos bondadoso, pero en nuestro presente vive latente nuestra historia, y viceversa. Ambos viven en una dinámica continua y actualizada entre el fondo y la forma/figura.
No sólo el campo explica quiénes somos y cómo nos movemos por el mundo. Tenemos una genética, una epigenética quizás, y una personalidad que nos caracteriza. En todo caso, como nos hayamos ido ajustando a ese/esos campos o entornos que para bien y para mal nos tocó al nacer y en el transcurso de la vida, será materia de trabajo en la terapia. La terapia puede ser el espacio en el cual el cliente y el terapeuta se encuentran y co-crean algo común y dotado de sentido. Un sentido estético pero también existencial que puede ser percibido, sensibilizado y finalmente visto para después poder ser reconocido, aceptado e incluido como algo válido y dotado de significación, pero también susceptible de ser reajustado y actualizado al presente del cliente.
Bibliografía
Francesetti, Gianni (2012) El dolor y la belleza: de la psicopatología a la estética del contacto, en Cuadernos Gestalt, dic 2012 nr. 2
Francesetti, Gianni, Gecele, Michela, Roubal, Jan (2014). Terapia Gestalt en la práctica clínica. De la psicopatología a la estética del contacto, Madrid, Ed. Asociación cultural los libros del CTP
Frank, Ruella (2004) La conciencia inmediata del cuerpo, un enfoque somático y del desarrollo, Madrid , Ed. Asoc. Cultural los libros del CTP
Parlett, M. (2007). Terapia Gestalt contemporánea: Teoría de campo. En Woldt, A. L., & Toman, S. M. (Eds.), Terapia Gestalt: historia, teoría y práctica (pp. 39-60)
Perls, F.S, Hefferline R.F. y Goodman (2002) Terapia Gestalt. Excitación de la personalidad humana, Madrid, Ed. Asociación cultural Los libros del CTP
Vázquez Bandín, Carmen (2014) Sin ti no puedo ser yo, Madrid, Ed. Asociación cultural los libros del CTP