La dimensión corporal en la terapia Gestalt

Manos unidas que simbolizan la dimensión corporal en la terapia Gestalt

El cuerpo expresa aquello que las palabras no pueden o no saben nombrar.

Nuestra historia vive corporeizada en nosotros. El cuerpo expresa aquello que las palabras no pueden o no saben nombrar. El trabajo corporal puede ser una vía de acceso a lo que precisa ser expresado, pero no ha encontrado el cauce ni el modo.

El cuerpo puede ser esa guía a través de la cual reconectar al paciente con los procesos internos con los que ha perdido el contacto, o bien que le resultan en extremo dolorosos, y por ello intransitables. El lenguaje no verbal se manifiesta y es reconocible a través de la respiración, los gestos y la postura corporal, las muecas, el modo de andar, el tono de voz, entre otros. No es solo lo que nos explican los clientes, sino como lo hacen. Lo que el cliente expresa tiene un impacto en el terapeuta, y viceversa.

Es así como se va entretejiendo un campo de sensaciones y experiencias que se pueden nombrar y compartir en un marco relacional seguro y respetuoso.

El buen observador ve la congruencia en lo expresado corpóreamente, algo que no siempre ocurre con lo verbalmente expresado. El terapeuta se convierte en un observador capaz de conectar en el aquí y ahora de la situación, el lenguaje corporal del paciente con las palabras dichas, o con los silencios. No podemos no comunicar.

El trabajo terapéutico se orienta hacia la integración de lo emocional, lo racional, y la dimensión corporal de la persona. Se busca siempre ampliar la conciencia de la persona sobre lo que hace en el mundo, cómo y para qué lo hace, de modo que esta conciencia le permita ampliar su repertorio de estrategias y de acciones, y le devuelva el equilibrio y la libertad perdidos.

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