Como terapeuta, en la terapia de pareja me interesa observar quién es cada miembro de la pareja, qué piensa y expresa, qué siente, o bien qué estrategias emplean los clientes para interrumpirse. Me interesa cómo hacen para evitar contactar con algo (una emoción que puja por manifestarse y no puede) que se percibe como difícil. No obstante, mi foco está centrado en cómo ambos integrantes se relacionan juntos, cómo co-construyen la relación, qué patrones co-crean.
Todos venimos de una historia y en el equipaje llevamos aquello que sí hubo, pero paradójicamente nuestro bagaje se completa también con lo que estuvo ausente, con aquello que necesitábamos, deseábamos, pero que nos faltó. Hablamos pues de la historia de la humanidad, esto es, la historia que se repite una y otra vez, sobre cómo los seres humanos desarrollamos estrategias inconscientes que nos permiten hacer ajustes ad hoc para poder compensar aquello que faltó, y así sobrevivir a entornos más o menos gratos.
En muchas ocasiones hemos aprendido a desconectarnos y desensibilizarnos de nuestras sensaciones (de ahí la importancia del trabajo corporal en Terapia Gestalt), y por tanto ya no percibimos sensorialmente aquello que nos mueve, nos apasiona, nos motiva y nos compromete en algún sentido.
Estas estrategias siempre son inconscientes y suelen tener un precio alto. No vemos nunca el mundo como es, sino que lo vemos y lo interpretamos desde nuestro propio mapa mental. La historia proyecta continuamente su alargada sombra sobre nuestras relaciones, porque no es gratuita nuestra forma de estar en el mundo, de movernos en él y de relacionarnos con el entorno. El mapa no es el territorio.
Y así, a la pareja llegamos generalmente desconocedores, en parte, de quiénes somos, nos vinculamos desde patrones y modos de estar con otros aprendidos en la familia, que nos llevan, en ocasiones a comportamientos fijados y erráticos. No vemos tanto al otro/a como es, sino que nos lo imaginamos y damos por hecha la fantasía de “quién es la otra persona” atribuyéndole intenciones o conocimiento que no siempre tiene. El otro real y sus necesidades se difuminan así para dar lugar a una proyección irreal. También puede ocurrir que las necesidades del otro sean obviadas, si en nuestra vida hay poco lugar para otros entornos, ya que con el nuestro nos basta y nos sobra.
También es fácil llegar con expectativas irreales sobre lo que la pareja nos puede brindar. Creo que a la pareja se le piden demasiados requerimientos que la pareja no está en condiciones de satisfacer. Tal vez por eso tantas parejas se decepcionan después de un periodo. Algunas deciden trabajar su vínculo, porque realmente se quieren, y entonces llegan a terapia.
Creo que si en las parejas perdura el buen amor y el cariño, mucho de lo que es disfuncional en ellas se puede reparar.
El proceso terapéutico empleado en la terapia de pareja no difiere demasiado del proceso empleado en la terapia individual, en el sentido en que la terapia aquí también implica la ampliación de la conciencia propia, y de cómo actuamos nuestra historia en la relación con el otro/a. Cómo me comunico con la pareja si es que estoy abierto a la comunicación, cómo me impacta lo que me dice, cómo me permito ser con la pareja, y cómo él/ella se permite ser conmigo. Nos damos permiso para ser genuinamente quienes somos juntos y reconocernos.
El trabajo terapéutico de pareja puede ser muy liberador, refrescante, divertido, intenso. Puede ampliar la conciencia en la pareja sobre cómo co-crean el campo, lo que se permiten y lo que no, puede brindar un marco seguro para transitar lo difícil y experimentar nuevas formas de interacción, reforzar la confianza de la pareja, y por lo tanto el vínculo de ambos.
El precio de la terapia de pareja es de 1200 coronas por 60 minutos.